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Cobo Calleja o cómo mejorar la prevención de incendios en instalaciones industriales
- planificación industrial
El incendio ocurrido el pasado 28 de febrero en una nave industrial del polígono de Cobo Calleja, en Fuenlabrada (Madrid), ha puesto de nuevo en evidencia la vulnerabilidad de muchas infraestructuras industriales frente al fuego. La nave, de 12.000 metros cuadrados y dedicada al almacenamiento de productos textiles, fue pasto de las llamas en un incendio de gran magnitud, tratándose de uno de los mayores siniestros industriales recientes en la Comunidad de Madrid por superficie afectada.
Cabe señalar que en los incendios de naves logísticas, las causas más comunes suelen ser fallos eléctricos en instalaciones o equipos, sobrecalentamiento de maquinaria, o bien negligencias (por ejemplo, colillas mal apagadas o trabajos con soldadura), aunque en este caso concreto la investigación sigue abierta. Pero aunque las causas aún están bajo investigación, el incidente subraya la necesidad de revisar y reforzar las estrategias de prevención y protección contra incendios en este tipo de instalaciones.
Una amenaza creciente en los polígonos industriales
Lejos de ser hechos aislados, los incendios en naves industriales y logísticas constituyen un problema recurrente en España, con un impacto considerable tanto en pérdidas económicas como en interrupción de la actividad. Según datos del sector asegurador español, se producen más de 120.000 incendios al año sumando todos los tipos (viviendas, vehículos, industrias, etc.), de los cuales en torno al 5% ocurren en entornos industriales propiamente dichos.
Esta proporción relativamente pequeña en número de incidentes contrasta con su peso en las pérdidas económicas: la industria concentra alrededor del 37% del coste total de los siniestros por incendio en España. Es decir, aunque solo 1 de cada 20 incendios ocurre en instalaciones industriales, estos representan más de un tercio de las indemnizaciones que pagan las aseguradoras por daños de fuego.
Esto se debe a que los incendios industriales tienden a ser más severos, afectando a superficies mayores, con cargas de fuego más altas (maquinaria, materias primas, productos químicos o mercancías almacenadas) y causando paradas prolongadas de la producción o servicio.
El sector logístico es especialmente vulnerable, ya que muchas naves están diseñadas para maximizar el almacenamiento de mercancías, lo que implica una elevada carga de fuego. Además, el crecimiento del comercio electrónico ha incrementado la concentración de productos en estos espacios, aumentando el riesgo de siniestros catastróficos.
Las compañías de seguros recalcan que muchos de estos incendios podrían evitarse o mitigarse con mejores medidas de prevención y protección. De hecho, un informe de 2022 señala que ocurrían unos 7 incendios diarios en establecimientos industriales en España, varios de ellos de gran virulencia, pero sostiene que “son datos que pueden mejorar, sin lugar a duda” si se refuerza el cumplimiento normativo y la cultura preventiva.
Desde la óptica aseguradora, esta siniestralidad ha llevado a endurecer las políticas de suscripción en riesgos industriales. En sectores particularmente problemáticos (por ejemplo, alimentación y reciclaje), las primas de seguro de incendio han aumentado y las aseguradoras exigen medidas de seguridad adicionales antes de ofrecer cobertura, debido a que en años recientes los siniestros han superado con creces lo previsto y muchas pólizas resultaron deficitarias para las compañías.
Factores de riesgo emergentes
En los últimos años, han surgido nuevos factores que están contribuyendo al incremento de los incendios en este tipo de instalaciones industriales. Por ejemplo, en España se registran más de 100 incendios anuales en plantas de reciclaje, una cifra que ha ido en aumento en la última década (solo en 2024 ardieron 142 instalaciones de tratamiento de residuos y vertederos en España). En muchos casos, estos incendios ocurren en horarios nocturnos o festivos, lo que ha levantado sospechas sobre posibles causas intencionadas. Además, la presencia de residuos inflamables y la acumulación de materiales en condiciones poco controladas incrementan el riesgo de ignición espontánea.
Un factor de especial preocupación es la presencia de baterías de ion-litio en los residuos, que pueden cortocircuitarse cuando son compactadas o perforadas, provocando incendios rápidos y de difícil extinción. La gestión adecuada de estos desechos es un desafío creciente que requiere soluciones específicas para reducir su impacto en la seguridad industrial.
Por citar ejemplos recientes, el incendio de Montcada i Reixac (Barcelona) en abril de 2024, que afectó a una zona de depósito de chatarra y residuos metálicos, generando un fuego intenso con explosiones menores (por combustibles y bombonas) y obligando incluso a evacuar a vecinos cercanos por el humo tóxico. La causa en Montcada no se pudo determinar fehacientemente, pero las autoridades manejaron dos líneas: la posible autoignición por baterías u otros residuos inflamables mezclados, o una acción deliberada.

De igual modo, en Erandio (Bizkaia) el 15 de agosto de 2024, un incendio arrasó una nave de reciclaje (Indumetal Recycling) especializada en residuos electrónicos, obligando a atender a dos trabajadores por inhalación de humo. Allí, se cree que una batería de litio presente en un lote de chatarra electrónica pudo iniciar el fuego, dadas las indicaciones de los peritos y antecedentes similares.
El uso de baterías en carretillas elevadoras, robots logísticos y otros equipos industriales, que han aumentado debido a sus ventajas operativas, también presentan riesgos significativos en caso de sobrecarga, sobrecalentamiento o daños físicos. Un fallo en una sola celda, ya sea por un golpe accidental, un defecto de fabricación o un sobrecalentamiento durante la carga, puede dañar los separadores internos de las celdas, causando un cortocircuito interno que provoque una reacción en cadena conocida como embalamiento térmico (thermal runaway), que puede desencadenar un incendio difícil de controlar.
La instalación de paneles solares en cubiertas industriales también ha crecido exponencialmente en los últimos años gracias a los incentivos al autoconsumo energético. Y esta tendencia ha traído consigo un aumento de incendios en instalaciones fotovoltaicas. Se estima que más de 1.000 incendios han tenido su origen en sistemas solares en los últimos dos años en España; y en casi la mitad de los casos el fuego comenzó en la propia instalación eléctrica.
En este caso, los problemas más frecuentes están relacionados con defectos de instalación, fallos en las conexiones eléctricas y falta de mantenimiento. Además, los paneles solares suponen un desafío adicional para los equipos de extinción, ya que continúan generando electricidad incluso cuando la corriente principal se ha desconectado.
Medidas clave para la prevención de incendios en instalaciones industriales
Desde la perspectiva de la gestión de riesgos, la prevención es la mejor estrategia para reducir la siniestralidad en el sector industrial. Y las siguientes medidas son fundamentales para minimizar el riesgo de incendios.
Cumplimiento de normativas de seguridad
Es esencial que las naves industriales cumplan con el Reglamento de Seguridad Contra Incendios en Establecimientos Industriales (RSCIEI) y el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI). El cumplimiento de estos reglamentos es obligatorio y fundamental, pero los expertos advierten que son requisitos mínimos: muchas veces, para una seguridad razonable, se debe ir más allá de lo estrictamente exigido por ley.
Precisamente, ayer 4 de marzo de 2025, el Consejo de Ministros aprobó un nuevo Reglamento de Seguridad contra Incendios en los Establecimientos Industriales (RSCIEI) que actualiza y reemplaza al anterior, vigente desde 2004, con el objetivo de adaptarse a los avances técnicos y a las normativas nacionales y europeas actuales.
Entre las exigencias básicas de seguridad en caso de incendio, el nuevo reglamento establece que el diseño de los establecimientos deberá minimizar la posibilidad de propagación tanto exterior como interior. Además, se deberán disponer de medios adecuados para la evacuación de los ocupantes y contar con instalaciones de detección, control, extinción y alarma necesarias. Los establecimientos industriales nuevos, así como los que sufran modificaciones significativas, requerirán la elaboración de un proyecto firmado por un técnico competente, que será preceptivo para la obtención de las licencias o autorizaciones.
La actualización de este reglamento era sin duda necesaria debido a la evolución de la técnica y de los marcos normativos nacional y europeo. El reglamento anterior, del año 2004, requería una profunda revisión para adaptarse a las necesidades y soluciones constructivas actuales, así como para alinearse con el resto de normativas relacionadas con productos, instalaciones y equipos de protección contra incendios.
Sistemas de protección adecuados al riesgo
Cada nave industrial debe contar con medios de protección contra incendios proporcionados a su peligro específico. En términos generales, se debe disponer, al menos, de detección automática de humo o calor en zonas críticas (especialmente donde un fuego podría desarrollarse sin ser visto en horas nocturnas), extintores portátiles distribuidos por todo el sector, bocas de incendio equipadas (BIEs) y/o hidrantes exteriores para el ataque manual; y en casos de riesgo alto o grandes almacenes, sistemas automáticos de rociadores (sprinklers) para controlar el fuego en sus inicios.
Los rociadores automáticos han demostrado ser la medida más efectiva para suprimir incendios en naves logísticas de gran tamaño, evitando que un conato se convierta en incendio generalizado. Sin embargo, su instalación en España aún no es universal en todas las naves existentes, en parte por coste y porque la normativa solo los exige en ciertos supuestos.
Adicionalmente, si hay riesgos especiales (por ejemplo, zonas de carga de baterías de litio, depósitos de combustibles, cocinas industriales, etc.) se deben complementar con sistemas específicos: inundación con espuma o CO₂ en áreas de líquidos inflamables, agentes extintores especiales para fuegos metálicos, cortinas cortafuegos automatizadas para limitar la propagación, etc.
El mantenimiento periódico y la cultura preventiva
Pero no basta con tener equipos, es crucial mantenerlos operativos. Muchas investigaciones post-incendio revelan extintores descargados, BIEs sin presión adecuada o alarmas desconectadas. Se deben realizar revisiones periódicas obligatorias (según RIPCI, normalmente trimestrales, semestrales y anuales dependiendo del sistema) a cargo de empresas acreditadas, y subsanar de inmediato cualquier deficiencia. Las aseguradoras están intensificando las inspecciones de sus ingenieros de riesgos para verificar el estado de las protecciones in situ.
Asimismo, es vital inculcar una cultura de prevención en todo el personal: formar a los trabajadores en uso de extintores, simulacros de emergencia, buenas prácticas (no bloquear salidas de incendio, no sobrecargar enchufes, reportar situaciones de riesgo). El factor humano es determinante: hasta un 85-95% de los incidentes industriales tienen alguna componente de error humano, según algunos estudios, ya sea por descuido, prisas o complacencia. Por ello, la dirección de la empresa debe fomentar activamente comportamientos seguros.
Evaluación de riesgos y mejoras proactivas
Cada instalación también debería someterse periódicamente a evaluaciones de riesgo de incendio por parte de técnicos competentes (ingenieros de prevención, peritos de seguros o consultores), que consideren la carga de fuego, procesos, fuentes de ignición posibles, escenarios de siniestro máximo y medidas de contingencia. A partir de ahí, se pueden implementar mejoras proactivas.
Por ejemplo, si una nave tiene una estructura de cubierta ligera y altamente combustible, quizá convenga sectorizarla o reemplazar ciertos materiales por otros de menor reacción al fuego, para evitar un colapso rápido en caso de incendio. Estudios en España han mostrado que el elemento constructivo que más contribuye a la propagación del fuego en grandes naves suele ser el cerramiento de fachada o cubierta, especialmente si es de panel sándwich con aislante combustible. Controlar la combustibilidad de estos elementos (mediante paneles con núcleo incombustible, barreras cortafuegos entre naves, etc.) puede marcar la diferencia en contener un incendio.
Así se demostró en el incendio que en junio 2023 arrasó tres naves de la empresa Limpiasol (dedicada a productos de limpieza) en el polígono Cortijo Real de Algeciras, que tardó casi 14 horas en ser extinguido por completo y que evidenció las dificultades de intervención cuando colapsan las cubiertas, ya que los bomberos tuvieron que trabajar desde afuera al ceder el techo.

También se debe analizar el impacto de las nuevas tecnologías incorporadas: por ejemplo, si se instalan paneles solares en la azotea, actualizar el plan de autoprotección considerando cómo desconectarlos y facilitar acceso a bomberos (dejando pasillos sin paneles, señalizando claramente el layout). Para mitigar estos riesgos, es imprescindible que las empresas realicen inspecciones periódicas de las instalaciones fotovoltaicas, utilicen materiales certificados y diseñen las instalaciones considerando el acceso de los bomberos en caso de emergencia.
Si se empiezan a usar carretillas con baterías eléctricas, diseñar un cuarto específico para su recarga con detección de gases y extinción automática es fundamental, así como la implementación de sistemas de detección temprana de sobrecalentamiento y revisiones periódicas de la integridad de estos dispositivos. En definitiva, gestionar el riesgo de incendio es un proceso dinámico: debe revisarse cada vez que cambien las condiciones de la planta.
Plan de emergencia y coordinación con bomberos
Por último, cualquier centro industrial debe contar con un Plan de Emergencia Interior bien definido y ensayado, lo que incluye tener clara la señalización y vías de evacuación, puntos de encuentro seguros y brigadas internas organizadas si la empresa es grande (personal entrenado para primera intervención mientras llegan los bomberos), así como planos de la instalación que se puedan entregar a los bomberos a su llegada, indicando hidrantes, acumulaciones peligrosas, salas de baterías, etc.
La rapidez de respuesta en Cobo Calleja fue clave, aunque poco se pudo hacer por salvar la nave y su contenido por la virulencia que alcanzó el fuego; pero, en general, reducir el tiempo de detección y aviso es fundamental: invertir en alarmas conectadas directamente con central receptora o bomberos puede hacer ganar unos minutos que pueden resultar preciosos.
Asimismo, es importante verificar periódicamente la disponibilidad de agua para la extinción. Sobre todo hidrantes operativos, como se evidenció en el incendio que se produjo en el polígono del Tambre en Santiago de Compostela a principios de este año, que pudo convertirse en una auténtica catástrofe porque cuando los bomberos quisieron utilizar el hidrante que había en el lugar, este falló, lo que complicó una situación que ya era de por sí muy peligrosa, porque la que ardía era una gran estructura con muchos locales anexos y colindantes que, además, no se sabía muy bien qué almacenaban.
Por tanto, la colaboración con los bomberos locales antes de un siniestro, invitándolos a visitar la planta para conocerla, también redunda en una respuesta más eficaz llegado el caso.
Siempre es mejor prevenir que apagar
El devastador incendio de la nave de Cobo Calleja nos recuerda la importancia de no bajar la guardia en materia de seguridad contra incendios en instalaciones industriales. Si bien las causas específicas aún están por determinar, las elevadas pérdidas y el impacto en la actividad económica local son innegables. Afortunadamente, no hubo víctimas, pero cada incidente es una oportunidad de aprendizaje.
Las estadísticas nacionales evidencian que estos sucesos no son aislados, y que las aseguradoras están asumiendo costes muy altos en el sector industrial, lo que se traduce en pólizas más exigentes, pero también en una llamada a la prevención para evitar que un conato se convierta en un gran incendio.
Y aunque la nueva normativa fija (por fin) estándares más altos, la verdadera seguridad se logra yendo más allá, creando una cultura preventiva sólida en nuestras industrias y logística. Solo así se podrán reducir la frecuencia y severidad de incendios como el de Cobo Calleja en el futuro, protegiendo tanto vidas como bienes y asegurando la continuidad del negocio.