Natxo Vadillo

Nunca llueve a gusto de todos: el papel de los seguros agrarios en un marzo tempestuoso

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Marzo de 2025 pasará a la historia climatológica española como uno de los periodos más extraordinarios en términos pluviométricos. Según datos oficiales de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), entre el 1 y el 24 de marzo se registraron de media 148 litros por metro cuadrado en el territorio español, convirtiéndose en el tercer marzo más húmedo desde que hay registros, solo superado por marzo de 2018 (165 l/m²) y marzo de 2013 (160 l/m²). Estas precipitaciones representan aproximadamente 3,5 veces el valor normal para este periodo, que se sitúa en 44 l/m². 

Este fenómeno pluviométrico ha generado un escenario dual para el sector agrícola: mientras algunas regiones y cultivos celebran el fin de la sequía, otros se enfrentan a pérdidas significativas por encharcamientos y exceso de humedad. Esta disparidad, unida a la intensidad de las lluvias (equivalentes al volumen de agua de 25 millones de piscinas olímpicas), plantea importantes desafíos para el sistema de seguros agrarios y las estrategias de adaptación al cambio climático.

Cuando en marzo marcea: radiografía de las precipitaciones

Las precipitaciones de marzo de 2025 han dibujado un mapa hidrológico completamente atípico en España, debido a un fenómeno meteorológico excepcional que ha tenido múltiples causas: una «dana» que afectó a las Islas Canarias, episodios de flujos del este en el Mediterráneo a inicios de mes y, principalmente, un tren de cuatro borrascas atlánticas de alto impacto nombradas como Jana, Laurence, Konrad y Martinho.

Estas borrascas, cargadas de humedad tras su recorrido por las aguas relativamente cálidas del Atlántico Norte, han dejado acumulaciones de entre 100 y 500 l/m² en amplias zonas de Andalucía occidental y central, así como en áreas montañosas del Sistema Central. La intensidad del fenómeno ha sido tal que en algunas zonas se han contabilizado hasta 22 días consecutivos de precipitaciones, con breves intervalos de pausa.

La distribución territorial de estas lluvias, sin embargo, ha sido irregularmente repartida. En la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia, las fuertes precipitaciones de principios de marzo llevaron a la Comisión Europea a facilitar imágenes del sistema de satélites Copernicus para ayudar en la gestión del temporal, con previsiones de AEMET que apuntaban la posibilidad de superar los 400 l/m² al contabilizar toda la precipitación desde el inicio del mes.

Pero mientras que Madrid, Sevilla, Córdoba y Murcia han experimentado lluvias récord, áreas como Galicia, Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa han recibido precipitaciones por debajo de lo normal, atribuidas al bloqueo de un anticiclón sobre las Islas Británicas. Esta disparidad regional subraya la complejidad de los patrones climáticos y sus efectos desiguales en el territorio español.

La magnitud de este episodio pluviométrico cobra aún mayor relevancia si consideramos que viene precedido por un invierno inusualmente cálido que había provocado un adelanto significativo en la floración de muchas especies vegetales en toda España. Este contraste térmico y pluviométrico representa perfectamente la creciente variabilidad climática a la que se enfrenta el sector agrario español.

Cuando la lluvia es bendición: cultivos y zonas beneficiadas

Para numerosas regiones tradicionalmente afectadas por la escasez hídrica, las abundantes precipitaciones de marzo han supuesto un alivio considerable. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, las lluvias han tenido un impacto notablemente positivo en los cultivos de cereal en la mayoría de provincias (aunque contrasta la situación en Albacete, donde las precipitaciones han sido insuficientes). En Castilla-León, las lluvias también podrían aumentar los rendimientos de trigo y cebada en un 10-15% respecto al año anterior, dependiendo de la región.

Otros cultivos como la vid, el olivo o el almendro también están recibiendo positivamente estas lluvias en la región manchega, lo que contrasta con la situación de años anteriores, donde la escasez pluviométrica obligaba a un mayor uso de agua de riego procedente del subsuelo.

Porque un beneficio adicional de estas lluvias abundantes ha sido la recarga de acuíferos, fundamental para garantizar las reservas hídricas durante los meses de verano, lo que permitirá reducir la dependencia del riego artificial y contribuirá a la sostenibilidad de los cultivos de secano.

La otra cara de la moneda: cultivos perjudicados por el exceso hídrico

Sin embargo, la misma agua que ha traído alivio a unas regiones ha generado dificultades en otras. La saturación de los suelos tras tantos días consecutivos de lluvia ha provocado problemas de encharcamiento en determinadas zonas, dificultando las labores agrícolas y comprometiendo el desarrollo de algunos cultivos.

Particularmente vulnerables han sido los cultivos en fase de floración. A mediados de febrero de 2025, ya se había observado un adelanto significativo en la floración de especies como almendros, cerezos y melocotoneros debido a un invierno inusualmente cálido. Este fenómeno se había extendido por comunidades como Valencia, Madrid, Andalucía, Aragón o las Islas Baleares.

Las intensas precipitaciones de marzo han llegado en un momento crítico para estos cultivos, pudiendo afectar negativamente al cuajado de los frutos y, por ende, a la futura cosecha. Las lluvias persistentes durante la floración dificultan la polinización, ya que reducen la actividad de los insectos polinizadores y pueden provocar la caída de flores y frutos recién formados. Por ejemplo, testimonios de agricultores de ASAJA en Andalucía indican pérdidas potenciales de hasta el 20-30% en la producción de almendros, con riesgos de enfermedades fúngicas debido al exceso de humedad.

En el caso del olivar, especialmente importante en provincias como Jaén, las lluvias excesivas tras un período prolongado de sequía plantean retos adicionales, ya que el encharcamiento prolongado puede provocar problemas de asfixia radicular y favorecer la aparición de enfermedades fúngicas como el repilo o la verticilosis.

El exceso de agua también ha incrementado la incidencia de enfermedades como el mildiu en los fresones de Huelva, afectando la calidad y el volumen de la cosecha. Según datos preliminares, las pérdidas económicas podrían superar los 1.000 euros por hectárea en casos severos, con una comparación con 2024 mostrando un aumento del 40% en daños por lluvias excesivas.

El impacto económico de las lluvias extraordinarias de marzo 2025 dibuja un mosaico de situaciones tan diverso como el propio paisaje agrario español: mientras algunos sectores celebran la recuperación hídrica que podría impulsar sus rendimientos, otros contabilizan pérdidas que tendrán grandes repercusiones durante meses.

Mecanismos de compensación: cómo funcionan los seguros agrarios

Ante esta dualidad de efectos que las precipitaciones excepcionales generan en el campo español, el sistema de seguros agrarios emerge como una herramienta fundamental para la gestión del riesgo.

España cuenta con uno de los sistemas de seguros agrarios más desarrollados del mundo, basado en la colaboración público-privada. Por un lado, Agroseguro, entidad que agrupa a las compañías aseguradoras, gestiona las pólizas y las indemnizaciones. Por otro, la Entidad Estatal de Seguros Agrarios (ENESA), dependiente del Ministerio de Agricultura, establece las líneas maestras de la política de seguros agrarios y aporta subvenciones que pueden llegar hasta el 65% del coste de las primas.

En el contexto de las precipitaciones extraordinarias de marzo de 2025, resulta fundamental diferenciar entre las coberturas por «lluvia excesiva» e «inundación». La primera hace referencia a daños directos en los cultivos debido a precipitaciones de alta intensidad, mientras que la segunda contempla los efectos del desbordamiento de cauces o la acumulación de agua en zonas llanas. Ambas están incluidas en las pólizas combinadas, pero pueden tener diferentes deducibles.

Es importante destacar que las coberturas y franquicias varían según el tipo de cultivo y la zona geográfica, adaptándose a las particularidades de cada producción agrícola. Los agricultores deben reportar daños rápidamente y pasar por peritajes obligatorios para reclamar, con compensaciones que se esperan que sean sustanciales en 2025 dado el volumen de lluvias, con proyecciones preliminares basadas en los 712 millones de euros pagados en 2024 y los 1.241 millones de 2023 por eventos climáticos extremos.

Desafíos del sistema asegurador ante la creciente variabilidad climática

El incremento en la frecuencia e intensidad de eventos extremos, como las lluvias excepcionales de marzo 2025, plantea importantes retos para el sistema de seguros agrarios.

Uno de los principales es la accesibilidad económica a estos seguros, especialmente para pequeños productores y cultivos de alto riesgo. Las primas varían entre 30 y 150 euros por hectárea anual, dependiendo del tipo de cultivo y el nivel de riesgo. Sin embargo, para cultivos como el olivo, con una tasa de penetración del seguro de solo el 12%, o los tropicales y subtropicales, con el 10%, el coste puede ser prohibitivo. 

El gobierno ofrece subsidios significativos, como un 45% mínimo para el módulo 3 y hasta 70% para el módulo 1, con complementos de las comunidades autónomas. A pesar de esto, los pequeños productores, que a menudo operan con márgenes ajustados, pueden encontrar difícil asumir incluso la parte no subvencionada, especialmente en zonas con historial de siniestralidad alta.

El cambio climático también está generando riesgos emergentes, como la aparición de nuevas plagas y enfermedades, que desafían la capacidad del sistema asegurador para mantenerse actualizado. Estas amenazas requieren que el sistema de seguros agrarios adapte sus coberturas, incluyendo la posibilidad de incorporar nuevas producciones y garantías tras análisis específicos, lo que sugiere un enfoque proactivo.

La creciente frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos además está poniendo a prueba la sostenibilidad financiera del sistema. En 2023, las indemnizaciones alcanzaron un récord de 1.241 millones de euros, un 56% más que en 2022, debido a sequías y tormentas, lo que probablemente superó las primas recaudadas ese año, indicando una presión significativa. En contraste, en 2024, las primas fueron de 1.031 millones de euros, con indemnizaciones de 713 millones, un ratio de siniestralidad del 85,7%, mostrando un equilibrio, pero años como 2023 destacan la vulnerabilidad existente.

El sistema cuenta con mecanismos para manejar estos riesgos, como el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS), que actúa como reasegurador obligatorio, asumiendo el porcentaje de coaseguro no cubierto por las entidades aseguradoras. Esto ayuda a distribuir el riesgo, pero con eventos cada vez más frecuentes, podría ser necesario aumentar las reservas o ajustar las primas, lo que podría afectar a la accesibilidad para los productores.

También es necesario extender la cultura del seguro, especialmente entre pequeños agricultores. La penetración varía ampliamente, con cultivos como los cereales alcanzando el 79%, mientras que los frutos secos y tropicales apenas llegan al 10%; y los pequeños productores se enfrentan a barreras como falta de conciencia, complejidad de los productos y costes, incluso con subsidios. El Gobierno ha incrementado el presupuesto para subsidios a 315 millones de euros para 2025, un 10,7% más que en 2024, priorizando colectivos como jóvenes agricultores y nuevas explotaciones, lo que podría beneficiar indirectamente a estos pequeños productores.

El papel de las políticas públicas y los fondos europeos

La adaptación del sector agrario a este contexto de mayor incertidumbre climática requiere también de un apoyo decidido desde las administraciones públicas. Y los fondos europeos NextGeneration EU representan una oportunidad histórica para la modernización del sector.

El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España (PERTE) contempla importantes inversiones en la modernización de regadíos, con un enfoque en la sostenibilidad y la eficiencia en el uso del agua. España está invirtiendo 410 millones de euros de estos fondos NextGen EU para modernizar más de 160.000 hectáreas de regadíos, mejorando la eficiencia y reduciendo el consumo de agua, como parte de este PERTE agroalimentario. 

Estas inversiones, combinadas con la innovación en prácticas agrícolas, buscan garantizar la sostenibilidad del sector frente a un futuro de eventos climáticos cada vez más impredecibles. Estas inversiones no solo deben orientarse a paliar situaciones de escasez, sino también a gestionar de forma óptima los recursos hídricos en momentos de abundancia. 

Los aprendizajes que nos deja un marzo histórico

El mes de marzo de 2025 quedará en la memoria colectiva del sector agrario español como un período de contrastes, donde la abundancia de precipitaciones ha generado tanto oportunidades como desafíos. Esta dualidad refleja la complejidad inherente a la actividad agrícola, siempre condicionada por los vaivenes del clima.

Las lecciones que nos deja este episodio son múltiples: la necesidad de reforzar los sistemas de prevención y gestión de riesgos; la importancia de una planificación hídrica integral que contemple tanto los períodos de escasez como los de abundancia; y el valor estratégico de contar con un sistema de seguros agrarios sólido y adaptado a la nueva realidad climática.

En definitiva, las lluvias de marzo de 2025 nos recuerdan que, efectivamente, nunca llueve a gusto de todos. Pero también que, con las herramientas adecuadas, el conocimiento necesario y una visión a largo plazo, es posible transformar los desafíos en oportunidades para un campo más resiliente y sostenible.

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